Colosenses 3:10: y REVESTIDO del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno,
11donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.
Póngase en el lugar de los primeros seguidores de Cristo que estuvieron ahí en Su muerte. Su corazón estaría rompiéndose. Su mente estaría corriendo. Esto no es nada como lo que se suponía sucediera al Rey de los Judíos. Se suponía que El corregiría todo. Sanaría lo que estaba roto. Restauraría lo que estaba perdido. Pero ahora, pareciera que todo está perdido. Todo esta roto. Nada esta bien. Pase algún tiempo hoy tratando de vivir en ese espacio entre la cruz y la tumba vacía. Después de que la esperanza se ha ido. Antes de que la gracia llegue. Use ese sentimiento para avivar su oración por alguien que usted sabe que vive ahí cada día. Pídale a Dios que le muestre como llegar a ellos e invitarlos a sus prácticas de Pascua esta semana.
Arresto de Jesús
SAN JUAN 19
(Mt. 26.47-56; Mr. 14.43-50; Lc. 22.47-53)
1Habiendo dicho Jesús estas cosas, salió con sus discípulos al otro lado del torrente de Cedrón, donde había un huerto, en el cual entró con sus discípulos. 2Y también Judas, el que le entregaba, conocía aquel lugar, porque muchas veces Jesús se había reunido allí con sus discípulos. 3Judas, pues, tomando una compañía de soldados, y alguaciles de los principales sacerdotes y de los fariseos, fue allí con linternas y antorchas, y con armas.4Pero Jesús, sabiendo todas las cosas que le habían de sobrevenir, se adelantó y les dijo: ¿A quién buscáis? 5Le respondieron: A Jesús nazareno. Jesús les dijo: Yo soy. Y estaba también con ellos Judas, el que le entregaba.6Cuando les dijo: Yo soy, retrocedieron, y cayeron a tierra.7Volvió, pues, a preguntarles: ¿A quién buscáis? Y ellos dijeron: A Jesús nazareno. 8Respondió Jesús: Os he dicho que yo soy; pues si me buscáis a mí, dejad ir a éstos; 9para que se cumpliese aquello que había dicho: De los que me diste, no perdí ninguno. 10Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó, e hirió al siervo del sumo sacerdote, y le cortó la oreja derecha. Y el siervo se llamaba Malco. 11Jesús entonces dijo a Pedro: Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?
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