Señal del Pacto
La Familia Vive en Él
Pablo explica esta nueva creación haciendo un contraste entre el
“viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos”,
En este pasaje, Pablo describe una transformación indispensable por la que deberá pasar la humanidad. Esto comprende, primero que nada, un cambio en la naturaleza y el carácter de las personas. El segundo paso es la resurrección, una metamorfosis absoluta mediante la cual se convertirán en personas capaces de vivir en la plenitud de su palabra.
Dios está llevando a cabo esta transformación a través del poder del Espíritu de Dios. Uno de los términos que describe esta transformación espiritual es salvación. Pablo se refiere a quienes recibirán esta salvación como a “hijos de Dios”:
“El Espíritu mismo [es decir, el Espíritu Santo de Dios] da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados”
¿Podemos comenzar a entender el significado de esta inspirada declaración de Pablo? Nos explica el por qué estamos aquí, y la razón misma de nuestra existencia, de por qué nacimos. Le da significado a la vida misma, y explica por qué Dios desea que toda la humanidad llegue al conocimiento de la verdad. Las Escrituras nos dicen que Dios está creando una familia su propia familia. ¡Y nosotros tenemos la incomparable oportunidad de ser parte de ella, de la familia de Dios!
Esta relación familiar, en la que llegaremos a ser hijos de Dios el Padre, ¡es el corazón y la esencia del magnífico plan de Dios para la humanidad!
Desde el comienzo mismo de la humanidad, este propósito ha sido claramente enfatizado por Dios. Fíjese nuevamente en las palabras de Génesis 1: “Entonces dijo Dios: ‘Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza’. Y creó Dios al hombre a su imagen; . varón y hembra los creó” Tanto hombres como mujeres fueron creados a imagen y semejanza de Dios, para que fueran como él.
Este lenguaje bíblico se refiere a la familia. Notemos que solo después de crear a las plantas y animales para que se reprodujeran “según su género”, Dios dijo “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”. Esto demuestra que el hombre fue creado de acuerdo “al género del espíritu”. De hecho, para ayudarnos a comprender el paralelo de la creación del hombre a la imagen y semejanza de Dios, Génesis 5:3 dice que más tarde, el primer hombre, Adán, “engendró un hijo a su semejanza, conforme a su imagen, y llamó su nombre Set”. Así es que Dios estaba esencialmente reproduciéndose a sí mismo a través de la humanidad.
Dios afirma claramente que su familia incluye a personas que ahora son hombres y mujeres físicos, y que son sus hijos e hijas:
Generalmente, y con bastante frecuencia, la Biblia se refiere a los hijos físicos de ambos sexos como “hijos” porque esa era la costumbre en los tiempos en que se escribió la Biblia. Tal costumbre ha continuado en muchos idiomas durante siglos. En los idiomas hebreo y griego, en los que originalmente se escribió la Biblia, la palabra “hijos” por lo general se usaba para referirse a los “descendientes”. De manera similar, nosotros usamos las palabras humanidad y hermanos en un sentido general, para incluir a ambos sexos.
Dios también nos dice “Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso”. Al igual que tanto hombres como mujeres son hijos de Dios por medios físicos, también pueden llegar a ser sus hijos por medios espirituales.
¿Somos verdaderamente los hijos de Dios?
Pero cuando Dios nos llama “sus hijos” y nos instruye para que lo llamemos “nuestro Padre”, ¿está hablando en sentido literal? ¿Está Dios realmente engendrando otra familia semejante a él mediante un proceso reproductivo? ¿O será que esta expresión suya se refiere a que él es también Padre de toda nacionalidad humana por medio de la creación?
Por ser el creador de todo cuanto existe, Dios es también Padre de los ángeles, y los llama “hijos de Dios” en Job 38:7. No obstante, él desea ser Padre de los seres humanos en un sentido mucho más trascendental, un privilegio que ni siquiera se le ha concedido a los ángeles.
Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?
En el libro de Hebreos se puede apreciar esto: “Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: ‘Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy’, y otra vez: ‘Yo seré a él Padre, y él me será a mi hijo?’. En este versículo se hace una comparación entre la naturaleza de los ángeles y la de Jesucristo, el hijo unigenito de Dios. Sin embargo, aquí también existe una aplicación a los seres humanos.
Debemos reconocer que como “Hijo unigénito de Dios”, Jesús está en una posición inmejorable el revela al Padre;
El es la propiciación a nuestras vidas como hijo redentor.
En su calidad de Verbo Divino, él estuvo con el Padre incluso antes de su concepción humana.
Después, mediante el poder del Espíritu Santo proveniente de Dios el Padre, fue concebido de manera sobrenatural como Jesucristo, el ser humano, en el vientre de María, cuando ésta todavía era virgen
Jesús no tuvo un padre carnal, sino que su padre directo fue Dios el Padre, incluso en el plano físico, por medio del Espíritu Santo.
Al mismo tiempo, Jesús también fue engendrado por el Padre
Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo;
El Orden en su doble Naturaleza
Y al momento de su resurrección, después de su muerte, Cristo regresó junto a su Padre y a la gloria que habían compartido juntos, habiendo orado así justo antes de morir: “Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo fuese”.
Aunque los demás seres humanos no somos concebidos físicamente de la manera sobrenatural en que lo fue Jesucristo, podemos, no obstante, seguir su ejemplo para llegar a ser concebidos espiritualmente por Dios, aun cuando sea en los años posteriores de nuestra existencia física. Los cristianos convertidos también son llamados “nacidos” de Dios
La palabra de Dios nos guarda en su esíritu.
La vasija del que recibe su vida es protegida como hijos de Dios
El testimonio la fe y nuestra confesión en el contenido del evangelio.
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Toda la creación esta en dolor de parto.
Nuestra esperanza de bendición
y, como se explicó anteriormente, como “hijos e hijas” de Dios debe ser nuestra maera de vivir.
En efecto, estos hijos son descritos en 1 Pedro 1:23 como “siendo renacidos, no de simiente corruptible [simiente viene del griego sperma y aquí quiere decir que ellos no provienen de la célula espermatozoide masculina que fertiliza el óvulo femenino para producir la vida mortal y perecedera], sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre”.
Esta vida incorruptible e imperecedera, a la que son guiados por las Escrituras, es el resultado del Espíritu de Dios que él ha implantado en ellos, porque “El que da vida eterna es el Espíritu de Dios”
Traducción en Lenguaje Actual). De hecho, el Espíritu Santo es el agente de la concepción espiritual. Note una vez más las palabras de Pablo en :
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
Y por medio de ese Espíritu, se hace posible que nosotros seamos “participantes de la misma naturaleza de su espíritu” (2 Pedro 1:4), la misma naturaleza de Dios.
Volviendo al libro de Hebreos, debemos comprender que aunque la expresión “ser engendrados por Dios” no se aplica a los ángeles, sí se aplica a Jesucristo, y no solamente a él, sino que también a sus seguidores. Se nos dice que los ángeles son “espíritus dedicados al servicio divino, enviados para ayudar a los que han de heredar la salvacion.
Estos seres humanos convertidos son los hijos de Dios, los hermanos de Cristo, que al igual que él, son engendrados de Dios.
Jesús es el “primogénito entre muchos hermanos” (Romanos 8:29). Éstos deben ser “nacidos del Espíritu” (Juan 3:6) para llegar a ser como él, que ahora, como “espíritu vivificante” (1 Corintios 15:45), se sienta “a la diestra de Dios” (Hebreos 10:12).
De hecho, ellos se unirán a Jesucristo en gloria y majestad como “hijos de la resurrección” (Lucas 20:36), siendo Cristo “el primogénito de entre los muertos” (Colosenses 1:18; Apocalipsis 1:5).
Todo esto deja muy en claro que los cristianos convertidos por el Espíritu se convierten en hijos de Dios, verdadera y literalmente, gracias a una regeneración espiritual—siendo nacidos otra vez a nueva vida por medio del Espíritu Santo. Así es que Dios está gestándonos según su “género”, como se afirma en Génesis 1 no solo como modelos físicos de sangre y carne, sino que también como identidad de hijo espiritual iguales en su creación y formación en él por su elección.
Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.
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